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Formación espiritual

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Los fundamentos espirituales del Colegio San Francisco de Asís son los de la Iglesia Católica.

En nuestra labor educativa tenemos, como orientación fundamental, la encíclica Divini Illius Magistri (ver) , del Papa Pío XI, sobre la educación cristiana de la juventud y el decreto Gravissimum Educationis (ver) sobre la educación del Concilio Vaticano II.

En estos textos de la Iglesia se fundamentan las decisiones y orientaciones del colegio, tanto en la confección de los programas educativos, como en el aspecto disciplinar y cualquier otro que tenga que ver con la educación integral del ser humano.

Creemos que en la fidelidad humilde, sencilla y firme al magisterio de la Iglesia, está la fuerza de nuestra fecundidad y la eficacia de la labor educativa del colegio. Actuamos reconociendo la primacía de la Gracia de Cristo en la educación.

Dentro de esta orientación católica se encuentra la labor pastoral de los capellanes del colegio, sacerdotes que pertenecen a la Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (leer aquí).

La espiritualidad de los Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón se centra en el Corazón de Jesús, siguiendo aquello que la Iglesia nos enseña: que esta devoción es la norma más perfecta y síntesis de toda la religión cristiana (Pío XI ). De la devoción al Corazón de Jesús nacen todas las actividades de piedad y de apostolado que realizamos cada día. En ello tiene su causa el ofrecimiento de obras que los alumnos realizan cada mañana para unir su vida, y cada una de sus acciones con el Corazón de Jesús, por la salvación del mundo. Esto lo hacemos unidos al Obispo de nuestra diócesis y al Papa, porque pertenecemos a la Iglesia.

Cada día tratamos de hacer crecer en nosotros una gran piedad eucarística, de manera que el Sagrario y por tanto, el oratorio, sea el centro y el corazón del colegio, donde está realmente presente el Señor Jesús, y donde, a través de la oración, de las celebraciones litúrgicas, la exposición solemne del Santísimo Sacramento, las celebraciones penitenciales y las oraciones matutinas, los jóvenes se connaturalizan a vivir en el ámbito de la fe y de los sacramentos. En el oratorio está también la Imagen de la Virgen, a la que cada día encomendamos todas nuestras intenciones.

Los sacerdotes están siempre dispuestos para confesar a los alumnos y profesores que lo requieran, para que cada miembro de la familia del colegio pueda vivir en gracia, y dejar que los dones del Espíritu Santo vayan configurando su vida con Jesucristo. En cada confesión y en cada comunión, el joven sale fortalecido para poder ser atraído por la verdad, la belleza y el bien, se hace dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, aprende a ver la autoridad como una participación en el poder de Dios, es más capaz para penetrar los secretos de la ciencia y se le va configurando en el orden, que engendra la paz y lleva a la santidad.

Los sacerdotes ofrecen, también, la dirección espiritual que es una ayuda en el camino del encuentro y la amistad del Señor. Cada día predican en la Santa Misa, explicando brevemente el evangelio, poniendo como ejemplo de la vida cristiana a los santos, fijándose especialmente en su infancia espiritual, y viendo en San José el modelo principal de obediencia y fidelidad a Dios.

Por otro lado, los jóvenes, al ser conscientes de la necesidad de la Gracia para su perfección, viven en un espíritu de sencillez y humildad para recibir aquello que les hace capaces, muy por encima de sus solas fuerzas naturales. Muy distinto del espíritu autoexigente que, basándose en las solas fuerzas de la naturaleza, quiebra a los más débiles y enaltece a los más poderosos, haciendo de este mundo una sociedad educadamente violenta, donde solo sobreviven los más fuertes y humanamente capacitados.

El colegio quiere educar al joven y llevarlo a la plenitud de su vocación en Cristo. Así, los alumnos aprenden la firmeza, la valentía y la magnanimidad, al mismo tiempo que viven el agradecimiento, la gratuidad y la misericordia, ya que aprenden a vivir lo que San Pablo nos enseña: ¿Qué tienes tú que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te vanaglorias?

Se trata de instaurar todas las cosas en el amor de Jesucristo, único nombre que se nos ha dado para ser salvados.