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Julio 2022

Entramos en el mes de julio, después de haber celebrado intensamente las fiestas en honor a Jesucristo, del Corpus, del Corazón de Jesús, la fiesta del Espíritu Santo y de la Santísima Trinidad, tenemos ahora por delante en el que volvemos a descubrir el valor de lo cotidiano, de lo no extraordinario.

Las vacaciones no es un tiempo para ser perdido, sino para aprovechar este tiempo como descanso del alma y como tiempo para estar más en familia, mirando a cada uno de nuestros hijos en el desarrollo de su propia vida. 

Hemos de recordar el aviso del Papa Francisco de no exiliarnos en la educación de los hijos, por eso tenemos que estar muy pendientes de entrar a conocer de veras el corazón de nuestros hijos. La educación, qué es tarea principal de la familia, es ahora cuando más plenamente se puede llevar a cabo, actividades como leer con los niños, jugar con ellos, gozar de la naturaleza, gozar del silencio o de una buena conversación, tiempo de oración y celebración familiar, o el mero hecho de convivir sencillamente pasando frío, son elementos que durante los días escolares echamos en falta y tenemos que aprovechar en este tiempo.

Así pues, en este mes de julio el colegio no ofrece casi ninguna actividad, alegrándonos de la presencia y actividad de las familias como primeros educadores de sus hijos, y para ayudar en esta misión educativa, cada día les ofreceremos la Eucaristía.

En este tiempo de descanso, se me ocurre también, podernos dedicar un tiempo a pensar acerca de la situación política y en especial de la grave amenaza qué existe acerca del futuro de la libertad de educación tal y como queremos vivirla desde la verdad revelada por la Iglesia. Aprovechemos este tiempo para formar un buen juicio nuestro y de nuestros hijos acerca de nuestras responsabilidades en la vida social de nuestra Patria. 

Cuando se está poniendo en peligro la existencia de la Patria y su fundamento, de nuestra pertenencia a la fe católica y de nuestra capacidad de educar a nuestros hijos según nuestras propias convicciones, no podemos permanecer indiferentes. Tenemos la obligación moral de responder, con los medios legítimos a nuestro alcance, a esta emergencia educativa qué se nos está presentando en este tiempo de la historia y formar el juicio de nuestros hijos. En esta hora grave de nuestra historia pongamos toda nuestra esperanza en el amor de Jesucristo, único que es camino, Verdad y Vida, y esperanza para el individuo y la sociedad.

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