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Noviembre 2017

Mientras el mundo se enfrenta al mes de los difuntos trivializando la muerte en tradiciones ajenas a nuestro ser católico, es preciso testimoniar la fe que nos ilumina: “¡Oh muerte, que separas a los que vivían juntos, que, dura y cruel, arrancas de nosotros a los que nos unía la amistad! Tus poderes han sido ya aniquilados. Tu yugo implacable ha sido roto por aquel que te amenazaba por boca del profeta Oseas: ¡Oh muerte, yo seré tu muerte! Por esto podemos apostrofarla con las palabras del Apóstol: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El mismo que te venció nos ha redimido a nosotros, entregando su vida muy amada en poder de los malvados, para convertir a estos malvados en amados por él. Son ciertamente muy abundantes y variadas las enseñanzas que podemos hallar en las Escrituras santas, para consuelo de todos. Pero bástenos ahora la esperanza de la resurrección y el fijar nuestros ojos en la gloria de nuestro Redentor, en el cual, por la fe, nos consideramos ya resucitados, según dice el Apóstol: Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él” (San Braulio de Zaragoza).

También este mes nos reunimos para rezar juntos a la Virgen María, en ella ponemos nuestra confianza como nos enseña San Bernardo: “¡Mira a la Estrella, invoca a María!: «¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella, invoca a María! Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, llama a María. Si eres agitado por las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima del suelo de la tristeza, en los abismos de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te extraviarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara”.

Queremos, también, despedir desde aquí a los alumnos de IV° Medio. Deseamos que, fieles a la verdad conquisten este mundo para Cristo.  Que sean testimonio vivo de lo que aquí aprendieron y, siempre que quieran, vuelvan a esta: su casa, donde les recibiremos como hijos muy queridos.

 

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