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Saludo Viernes 29 de Mayo

Queridos profesores y familias:

El don del Espíritu Santo que vamos a tratar hoy es el de fortaleza. Empezamos poniendo varios textos de la Sagrada Escritura:

«No temas, que contigo estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios. Yo te he fortalecido y te he ayudado, y te tengo asido con mi diestra justiciera» (Isaías 41). «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Filipenses 4). «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? El Señor, es la fortaleza de mi vida ¿quién me hará temblar?» (Salmo 27). «Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza, Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador; Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte» (Salmo 17). «El Señor es mi fuerza y escudo; en Él confía mi corazón. El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido» (Salmo 27). «No dejamos de rogar por ustedes y de pedir (al Señor, para que estén) fortalecidos con toda fortaleza conforme a su poder esplendoroso, y así tengan perfecta constancia y paciencia con alegría» (Colosenses 1). «Fortalézcanse en el Señor y en la fuerza de su poder. Vístanse de toda la armadura de Dios» (Efesios 6).

El don de fortaleza es el que nos lleva a poner en práctica la vida cristiana venciendo toda dificultad. Por este don el cristiano supera todos los temores que le paralizan en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Es el don de fortaleza el que nos hace permanecer firmes en el bien, ya sea resistiendo las dificultades y los sufrimientos y las tentaciones; ya sea llevando a cabo una obra sea fácil o sea ardua; ya sea permaneciendo largo tiempo haciendo lo que uno tiene que hacer.

Pedimos a la Virgen María la humildad de reconocer nuestra pequeñez y saber pedir este don tan importante en orden a nuestra santidad y a poder construir una sociedad según el Corazón de Cristo.

Un abrazo a todos, que Dios les bendiga y la Virgen les cuide.

 

Padre Josep Vives G.
HNSSC

 

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