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Saludo Sábado 9 de Mayo

Queridos profesores y familias:

 

Hoy es sábado, día en que la Iglesia vuelve su mirada de manera muy especial a la Virgen María. Que ilusión me haría verles crecer en la devoción a la Madre de Dios. Me encantaría poder encenderles en amor inmenso a la que Jesucristo nos dejó como Madre e intercesora nuestra delante de Dios. Pero, sabiendo que mis torpes palabras no conseguirían tal deseo, les dejo una vez más con uno de los grandes santos del siglo XX, San Rafael Arnaiz:

 

“¡María!, cuántas cosas dice esa palabra… Es tan hermoso y tan consolador el cariño a la Virgen, que me dan pena los que no la conocen, los que no la quieren, aunque no sea más que un poco… y, sin embargo, querido hermano, ¿dónde se halla el cristiano, por tibio que sea, que no se acuerde en algún momento de su vida de la Virgen María? Todos, todos llevamos dentro algo que, después de Dios, sólo María puede comprender y puede consolar… Ese algo es criatura, ese algo es necesidad humana, es cariño, a veces dolor… Es ese algo que Dios puso en nuestras almas, y que las criaturas no pueden llenar, para que así busquemos a nuestra María… María, que fue Esposa, que fue Madre, que fue Mujer… ¿Quién mejor que Ella para comprender, para ayudar, para consolar, para fortalecer? ¿Quién mejor que María, la Santísima Virgen, para refugio de nuestros pecados, de nuestras miserias? Qué bueno y qué grande es Dios que nos ofrece el corazón de María como si fuese el suyo ¡Qué bien conoce Dios el corazón del hombre, pequeño y asustadizo! ¡Qué bien conoce nuestra miseria, que nos pone ese puente…, que es María! Qué bien hace el Señor las cosas ¡Ah!, si supiéramos amar a la Virgen, si comprendiéramos lo que significa para Jesús todo el amor que podemos ofrecerle a la Virgen. Seríamos mejores, seríamos los hijos predilectos de Jesús. Creo que no hay temor en amar demasiado a la Virgen… Creo que todo lo que en la Señora pongamos, lo recibe Jesús ampliado… Yo creo que, al amar a María, amamos a Dios, y que a Él no se le quita nada, sino todo lo contrario. Pero mira, ¿cómo no amar a Dios al poner nuestro corazón en lo que Él más quiere? Cómo no amar a Dios, viendo su infinita bondad que llega a poner como intercesora entre Él y los hombres, a una criatura como María, que todo es dulzura, que todo es paz, que suaviza las amarguras del hombre sobre la tierra poniendo una nota tan dulce de esperanza en el pecador, en el afligido… Que es Madre de los que lloran. Que es Estrella en la noche del navegante. Que es…, no sé…, ¡es la Virgen María! ¡Cómo no amar a Dios teniendo a María! ¡Ah, hermano, es algo en que el alma se pierde…! No comprende. Sólo le queda un recurso para no enloquecer… y es amar mucho; vivir arrebatado en amor a María, la Madre de Dios, la Virgen llena de gracia. La que nos ayuda en la aflicción cubriéndonos con su manto azul. (…) ¿Qué más te he de decir? (…) ¡Tú dices muchas veces «todo por Jesús»!, ¿por qué no añades: «Todo por Jesús y a Jesús por María»? Sí, querido hermano, «en sólo Dios tengo puesta mi esperanza», dice el gran rey David (Sal 17, 3) … ¡Ah! si hubiera conocido a la Santísima Virgen, hubiera añadido: «Y esa esperanza es María» ¡Sería todo tan fácil si acudiéramos siempre a la Señora!

 

Qué maravilla sería que se acercaran con cariño a la Virgen y así se lo enseñaran a sus hijos.

Un fuerte abrazo a todos, que Dios les bendiga y les guarde siempre, la Virgen los guíe.

 

 

Padre Josep Vives G.

HNSSC

 

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