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Saludo Sábado 18 de abril

Queridos profesores y familias, hace una semana acompañamos a María en su dolor y en su esperanza por la muerte y resurrección del Señor.

Y hoy, en esta hora terrible de la historia donde somos testigos de tanto sufrimiento: ancianos que mueren solos, sin sacramentos y sin el afecto de los suyos, vecinos que denuncian a vecinos porque tienen miedo a contagiarse, economías que van a la quiebra generando una pobreza desconocida, ausencia de los Sacramentos de la Vida, ausencia de predicación acerca de la vida eterna y, por tanto, de la muerte temporal como algo no definitivo y desesperante para el hombre, mensajes machaconamente repetidos acerca de que es muy importante cuidar el cuerpo para no contagiarse y, sin embargo, un atronador silencio respecto a la salud del alma, aumento de la tiranía del estado por la extensión del control tecnológico, en fin, un mundo construido sin Dios, sin trascendencia, sin redención del pecado, sin misericordia, es muy bueno recordar lo que nos decía Benedicto XVI y acudir a Aquella que pisa al dragón infame:

«Estas ideologías que dominan, que se imponen con fuerza, son divinidades. Y con el dolor de los santos, con el dolor de los creyentes, de la Madre Iglesia, de la cual formamos parte, estas divinidades deben caer, debe realizarse lo que dicen las cartas a los Colosenses y a los Efesios: las dominaciones, los poderes, caen y se convierten en súbditos del único Señor Jesucristo. De esta batalla que estamos librando, de esta pérdida de poder de los dioses, de esta caída de los falsos dioses, que caen porque no son divinidades, sino poderes que destruyen el mundo, habla el Apocalipsis en el capítulo 12, también con una imagen misteriosa, que a mi parecer puede tener distintas interpretaciones bellas. Se dice que el dragón lanza contra la mujer que huye un gran río de agua para arrollarla. Y parece inevitable que la mujer quede ahogada en este río. Pero la buena tierra absorbe este río y no puede hacer daño. Yo creo que el río se puede interpretar fácilmente: son esas corrientes que dominan a todos y que quieren hacer desaparecer la fe de la Iglesia, la cual ya no parece tener sitio ante la fuerza de esas corrientes que se imponen como la única racionalidad, como la única forma de vivir. Y la tierra que absorbe estas corrientes es la fe de los sencillos, que no se deja arrastrar por estos ríos y salva a la Madre y al Hijo. Por ello el Salmo dice que la fe de los sencillos es la verdadera sabiduría (cf. Sal 118, 130). Esta sabiduría verdadera de la fe sencilla, que no se deja devorar por las aguas, es la fuerza de la Iglesia. Y hemos vuelto al misterio mariano.
Y hay también una última palabra en el Salmo 81, «movebuntur omnia fundamenta terrae» (Sal 81, 5), tiemblan los fundamentos de la tierra. Hoy, con los problemas climáticos, vemos cómo se ven amenazados los fundamentos de la tierra, pero se ven amenazados por nuestro comportamiento. Tiemblan los fundamentos exteriores porque tiemblan los fundamentos interiores, los fundamentos morales y religiosos, la fe de la que sigue el modo recto de vivir. Y sabemos que la fe es el fundamento; y, en definitiva, los fundamentos de la tierra no pueden temblar si permanece firme la fe, la verdadera sabiduría.
Y luego el Salmo dice: «Levántate, Señor, y juzga la tierra» (Sal 81, 8). Así decimos también nosotros al Señor: «Levántate en este momento, toma la tierra entre tus manos, protege a tu Iglesia, protege a la humanidad, protege a la tierra». Y encomendémonos de nuevo a la Madre de Dios, a María, orando: «Tú, la gran creyente; tú que has abierto la tierra al cielo, ayúdanos, abre también hoy las puertas, para que venza la verdad, la voluntad de Dios, que es el verdadero bien, la verdadera salvación del mundo»».

Familias del colegio, fundamentaos en esa fe de los sencillos que acuden a Dios por medio de María en estas horas difíciles de la historia, y nadie os quitará la serena alegría de Cristo resucitado.

Padre Javier Jaurrieta G.
HNSSC

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