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Saludo Miércoles 3 de Junio

Queridos profesores y familias del colegio,

Ayer recordé con cierta nostalgia y emoción ese momento familiar repetido diariamente durante el mes de junio. Después de rezar el rosario (durante el que casi siempre iban pasando cosas que ponían a prueba la paciencia de mis papas), movidos por una fuerza superior a nosotros (la de nuestros papas) los hermanos nos arrastrábamos hacia la imagen del Corazón de Jesús delante de la cual nos arrodillábamos para rezarle y cantarle ardientes canciones populares. Este gesto repetido perseverantemente año tras año ha sido algo que a mí y a mis hermanos nos marcó profundamente. Comparto con ustedes una de esas oraciones preciosas que rezábamos en familia al dulcísimo Corazón de Jesús,

“Soy vuestro, ¡Oh buen Jesús!, porque sois mi creador, porque desde toda la eternidad me teníais dentro de tu inteligencia, como una criatura es engendrada por su madre; soy vuestro porque me rescataste del poder del demonio y me habéis comprado con el precio de tu preciosa sangre; soy vuestro como el hijo es del padre, como el sarmiento es de la cepa, como el fruto es del árbol, pues de tu cruz somos fruto todos los cristianos. Y, aunque mil veces me he revelado contra ti, tu corazón dulcísimo nunca ha dejado de amarme. Habéis llorado por mí dolorosas lágrimas en los días de mi prevaricación y, movido por tu corazón amantísimo, no os habéis detenido hasta hacerme regresar a la gracia.

¡Oh corazón que tanto me has amado! ¡Oh corazón que tantas veces he entristecido y llenado de amargura! A ti me consagro y prometo mil veces no darte desde ahora motivo de aflicción. Al contrario, acordándome de las veces pasadas en que te ofendido, propongo, desde ahora, amarte por los que no te aman, honrarte por los que te desprecian, y propagar tu gloria para reparar las amarguras que a tu corazón causan aquellos que están obligados a expandirla y te miran con la mayor indiferencia. Propongo emplear todo mi corazón en amarte y desearía tener mil corazones para amarte aún más. Quiero que desde ahora mi alma sea un sagrario tuyo cerrado a toda vana pasión humana, un lugar de reposo para ti, una viva imagen de tu corazón, de manera que, dedicándome durante toda la vida a amarte, el último pensamiento que tenga a la hora de mi muerte sea un acto de amor a ti, Oh Jesús dulcísimo, que deseas glorificar mi alma para toda la eternidad. Amén”.

“Sagrado Corazón de Jesús en ti confío”

Deseando que tengan un buen día, me despido de ustedes, que Dios les bendiga y la Virgen les cuide.

Josep Vives
HNSSC

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