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Saludo Miércoles 24 de Junio

Queridos profesores y familias del colegio,

 “Hay tres cosas que manifiestan y distinguen la vida del cristiano: la acción, la manera de hablar y el pensamiento. De ellas, ocupa el primer lugar el pensamiento; viene en segundo lugar la manera de hablar, que descubre y expresa con palabras el interior de nuestro pensamiento; al pensamiento y a la manera de hablar sigue la acción, con la cual se pone por obra lo que antes se ha pensado. Siempre debemos procurar que todas nuestras palabras, obras y pensamientos tiendan a conformarse con la norma divina del conocimiento (del amor) de Cristo. Toda obra, pensamiento o palabra que vayan mezclados con alguna perturbación no están, de ningún modo, de acuerdo con Cristo, sino que llevan la impronta del adversario, el cual se esfuerza en mezclar con las perlas el cieno de la perturbación, con el fin de afear y destruir el brillo de la piedra preciosa”.
Estas palabras de San Gregorio de Nisa encuentran un paralelismo en aquellas otras pronunciadas por Jesús: “No hay árbol bueno que dé fruto malo y, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca” (Lc. 6,43).
Tener el corazón encendido en el amor de Dios es lo único que puede transformar nuestro hablar y obrar, impulsándolos siempre en la búsqueda del bien y la verdad, superando el cieno del orgullo, la vanidad, la susceptibilidad, las heridas que, de manera consciente o inconsciente, nos han hecho, cieno que solo pueden afear y destruir esa piedra preciosa que es tu alma. El amor de Jesucristo, presente en nuestros corazones, es lo único que nos puede sostener en medio de las debilidades de cada uno, respetándonos, queriéndonos y trabajando unidos en la consecución del gran ideal que se nos ha regalado, el Reinado del Amor de Cristo. Por ello, qué importante es repetir muchas veces aquella jaculatoria que dice: “Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo”.

Que Dios les bendiga y la Virgen les cuide.

Padre Josep Vives G. HNSSC

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