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Saludo Martes 19 de Mayo

Queridos profesores y familias,

La fiesta del trece de mayo junto con el paso de la imagen de la Virgen de Fátima por el colegio me han llevado a recordar, una vez más, las apariciones de la Virgen a los tres pastorcitos. Son como una mina llena de piedras preciosas, cada cual más hermosa que la anterior.

Una de las grandes singularidades de Fátima es que la Virgen se muestra con semblante triste. Junto a ello, insiste varias veces en el dolor del Corazón de Dios a causa de los pecados de los hombres, “no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya es muy ofendido”. Francisco quedó profundamente impresionado al ver el Corazón herido de Dios. Lucía, en sus memorias, recoge varios recuerdos y conversaciones con su primo en los que se muestra esta faceta del santo:

“Francisco era de pocas palabras; y para hacer su oración y ofrecer sus sacrificios, le gustaba ocultarse hasta de Jacinta y de mí. No pocas veces le sorprendíamos detrás de una pared o de un matorral, donde, de una manera disimulada, se había escapado de los juegos para de rodillas, rezar o pensar, como él decía, en Nuestro Señor, que estaba triste por causa de tantos pecados”.

(…)

“Un día le pregunté:

– Francisco, a ti, ¿qué te gusta más: consolar a Nuestro Señor, o convertir a los pecadores para que no vayan más almas al infierno?

– Me gusta mucho más consolar a Nuestro Señor. ¿No te fijaste como Nuestra Señora, en el último mes, se puso tan triste cuando dijo que no se ofendiese más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido? Yo deseo consolar a Nuestro Señor, y después convertir

a los pecadores para que nunca más lo vuelvan a ofender”.

(…)

“Durante la enfermedad, Francisco se mostró siempre alegre y contento. A veces le preguntaba:

– Francisco, ¿sufres mucho?

– Bastante; pero no importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor; y después, de aquí a poco iré al Cielo”.

“Otro día, al llegar lo encontré muy contento:

– ¿Estás mejor?

– No; me siento mucho peor; ya me falta poco para ir al Cielo. Allí voy a consolar mucho a Nuestro Señor y a Nuestra Señora. Jacinta va a pedir mucho por los pecadores, por el Santo Padre y por ti; y tú te quedas acá, porque Nuestra Señora así lo quiere. Escucha: haz todo lo que Ella te diga”.

Aprendamos de san Francisco Marto a vivir con el deseo de amar a Dios por tantos que no le aman. Y, en el dolor, no nos rebelemos contra la Providencia divina si no, más bien, mostremos la sinceridad y fuerza de nuestro amor a Dios y ofrezcámosle nuestro sufrimiento como reparación por nuestros pecados y los del mundo entero, recemos con la oración que tanto usó San Francisco Marto: “Dios mío, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por nuestros pecados” o esa otra “Santísima Trinidad yo os adoro. Dios mío, Dios mío, yo os amo en el Santísimo Sacramento”.

Un fuerte abrazo a todos. Que Dios os bendiga y la Virgen les guarde.

Josep Vives G.

HNSSC

 

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