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Saludo Jueves 23 de Abril

Queridos profesores y familias:

 

Al ponerme a pensar el saludo de hoy, se me ha venido a la mente la Semana Santa tan peculiar que hemos vivido este año. A pesar de todo, son varios los momentos entrañables que esos días dejaron en mi corazón y en el de muchos de ustedes. Personalmente, recuerdo de manera especial la noche del Jueves Santo. El Señor quiso regalarme un momento largo de oración en el que, “descalzo” como Moisés, me acerqué a ese lugar sagrado, el huerto de los olivos, donde Jesucristo rezó por todos y cada uno de nosotros.

Poco a poco fui pasando de contemplar a unirme a la oración de Jesús. ¡Cuántas personas pasaron por mi corazón durante ese rato! Mi familia, los sacerdotes de la hermandad a la pertenezco, mis amigos, los profesores del colegio, los niños y sus familias, el mismo colegio, mi querido Chile y mi amada España; cuantas caras con sus nombres, sufrimientos, necesidades, alegrías, luchas…

Hasta hoy me impresiona el haber podido ver y participar de una muy pequeña parte de la oración de Jesucristo. Me impresionó experimentar cuan ciertas son las palabras del Señor: «Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Lc.12,7) (algunos hemos optado por ponérselo bien fácil). Al Señor no se le escapa ningún detalle de nuestra vida, Él nos lleva bien adentro de su corazón y ora, ora para que vivamos, ora por nosotros como oró sobre la hija de Jairo: “por ellos ruego […] Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado […] no te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno […] no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí” (Jn. 17). Es la oración de Jesucristo, el Verbo de Dios, es la oración del que hizo cielo y tierra, y que se detiene en mí, en ti: «¡Simón, Simón! […] yo he rogado por ti» (Lc. 22,31), se detiene y nos hacemos totalmente presentes en su corazón, con todo lo que somos, tenemos, vivimos…

“Creo, Señor, pero aumenta mi fe” (Mc. 9,24); Pidamos al Señor creer cada día más y más en la verdad y el poder de su oración por nosotros. “Señor ¿A quién vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna”; pidamos la gracia de dejarnos guiar, la gracia de confiar y abandonarnos plenamente a la verdad y el poder de la oración de Jesucristo por cada uno de nosotros.

“Estoy tan convencido, Dios mío, de que velas sobre todos los que esperan en Ti, y de que no puede faltar cosa alguna a quien aguarda de Ti todas las cosas, que he determinado vivir de ahora en adelante sin ningún cuidado, descargando en Ti todas mis solicitudes: «en paz me duermo y al punto descanso, porque tú, Señor, me has afirmado singularmente en la esperanza»”(acto de confianza de S. Claudio).

Padre Josep Vives G.

HNSSC

 

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